‘Su hijo puede quedar paralítico’
* Tras sufrir grave percance, el valiente luchador estuvo cerca de quedar inmóvil, pero ni eso merma su gran afición
Gustavo Mares
‘No más lucha libre, cabrón’, alcanzó a escuchar Villarreal El Charro de Oro, luchador mexiquense, postrado en terapia intensiva tras un artero ataque que le mandó al hospital.
Eran las palabras de su padre, al que por primera y única vez vio llorar en su vida. No era para menos, pues el doctor que le atendió le dijo a su progenitor que existía un alto riesgo de que el joven atleta quedara paralítico, porque sufrió una fractura de grado cuatro en una de las vértebras cervicales.
‘En esos momentos mi nombre comenzaba a sonar con fuerza y surgen envidias. Teníamos un pique interesante con una tercia de Coacalco. En una función, entre los tres rivales me tomaron. Me hicieron una campana y uno de ellos se subió a la tercera cuerda y brincó. Pero no me pateó de lado sino que cayó justo encima del cuello, con todo el peso. Eso no fue profesional’, comparte el gladiador, que a sus 25 años de edad tiene una vida muy interesante.
‘La lucha se suspendió y fui al hospital. No me podía mover. Me sometí a rehabilitaciones muy dolorosas. Uno de esos rivales, no el que me cayó encima, sino de los que me sostenían abajo, fue a casa a visitarme. Me vio postrado en la cama y soltó en llanto. ‘Carnal, perdóname, tú sabes que yo no fui’, me dijo. Yo sabía que iba a volver a caminar y mejor aún, a luchar’, comparte Fernando Villarreal, nombre real del gladiador, que durante un año entrenó lucha libre a escondidas de su padre.
BAILARÍN Y ARTEMARCIALISTA
‘Antes de ser luchador dividía mi tiempo en la escuela y dos actividades fundamentales: era bailarín de música regional mexicana y también campeón estatal de taekwondo. Claro, sin desatender mis estudios académicos’, comparte el gladiador, que actualmente cursa la carrera de fisioterapeuta.
‘Entre la escuela, las artes marciales y el baile se me iba todo el tiempo. En la danza teníamos presentaciones en varias partes del país y con las artes marciales había torneos. Pero un día tuve la oportunidad de asistir a una función de lucha libre y me atrapó. Entonces comencé a entrenar bajo la batuta del profesor Cruz Pérez. Pero lo hice a escondidas de mis papás. Aunque ellos siempre me han apoyado, pensé que no les gustaría mi decisión de abrazar la lucha libre, sobre todo porque en el taekwondo iba muy bien. Llegué a creer que me querían ver como medallista olímpico’.
‘Era muy duro, porque saliendo del baile me iba al taekwondo y a entrenar lucha libre. No me rendía el tiempo, hasta que un día me descubrió mi mamá. Se me cayó el mundo encima. Tuve que hablar con mi papá y su respuesta me impresionó’.
UNA CONFESIÓN
‘Pensé que se enojaría, pero resultó todo lo contrario. Más tarde me confesó que él entrenó lucha libre, pero no llegó al profesionalismo. Sin embargo, el día de aquel percance me dijo que no volviera al cuadrilátero, pero es algo mágico. Es mi vida’.
‘Cuando me vio en la rehabilitación comprendió que mi vida es la lucha libre y continuó apoyándome. Mi mamá también me apoya, incluso es ella la que diseña los uniformes’, comparte el gladiador, que lleva en sus venas sangre jalisciense.
‘Mi familia es del estado de Jalisco, tierra de charros y mariachis. Desde niño he estado embebido en la cultura de la charrería. Por eso es que decidí llevar este nombre’, comparte con emoción Villarreal, quien en sus inicios probó fortuna como gladiador enmascarado.
‘Inicialmente luché como Celestial Boy, enmascarado, pero en una contienda de apuestas perdí la incógnita. Fue que decidí abrazar mis raíces y ya sin máscara adopté mi apellido real con la tradición charra de mi familia. Bendito el día que llegó el sombrero de charro a mi vida profesional’.
EL GRAN CRUZ PÉREZ
Bajo la tutela del gran Cruz Pérez, Villarreal El Charro de Oro, entrenó muy fuerte. Por esas cosas del destino, tuvo oportunidad de probarse con el elenco de la IWRG, que tiene su sede en la Arena Naucalpan, semillero de grandes luchadores.
‘Le dije al profesor Cruz Pérez, que algún día me presentaría en Naucalpan. Pero esa fecha parecía distante. Pero por azares del destino me invitaron a entrenar allá un día y cuál fue mi sorpresa cuando me dijeron que me programarían. Se lo comenté a mi maestro que se fundió en un gran abrazo conmigo… pero claro, la preparación se incrementó muy duro’.
Llegó el día de su debut en la Naucalpan, donde los encargados de ‘darle la bienvenida’ fueron Demonio Infernal y Toxin, que sin miramientos le dieron a llenar.
‘Pero en cada golpe que di y recibí aquel día me sentía el más feliz del mundo, porque había alcanzado una de mis primeras metas’, comparte.
Poco a poco, el bailarín, taekwondoin y luchador profesional se abrió paso en el deporte de los costalazos. Su intención es formar parte de las grandes empresas. Para lograrlo sabe que todo depende de él y su constancia.
GANADOR EN MIGUEL ORTAS
Quizá por eso fue que no escatimó esfuerzos en el torneo que se llevó a cabo en el Cortijo de Miguel Ortas en Atizapán, Estado de México, donde estuvo en disputa un cupo para tomar parte en un seminario profesional de lucha libre, auspiciado por gladiadores de talla internacional.
Villarreal El Charro de Oro llegó a la final, cuyo duelo ante Black Shadow II resultó espectacular.
Luego de este triunfo, el valiente gladiador tomó carretera a la capital de Michoacán, donde durante tres días aprendió técnicas y secretos muy valiosos de las primeras figuras de la lucha libre a nivel mundial.
‘Algún día seré como ellos’, sentencia con firmeza Villarreal El Charro de Oro, joven promesa de la lucha libre, con sólidos argumentos para llegar muy lejos.